Para variar he vuelto a perder mi batalla particular contra el jetlag y hoy a las 3 de la madrugada ya estaba despierta. No he dormido más. No importa, resisto, Guanajuato es apasionante, y sigo con mucha energía. Esta mañana he grabado mi programa de radio en
Ràdio Nacional d’Andorra #grauperaviatgera. Un falso directo que se emite la semana próxima. 30 minutos hablando sobre México concretamente sobre el estado de
Guanajuato. Mi experiencia estos días primera parte. Quiero compartir con todo el mundo mi pasión por los viajes. Me he despedido de
Villa Maria Cristina con otro espectacular desayuno. Volveré, tengo que volver para ver cómo quedará después de su inmediata ampliación, la excusa perfecta.
A las 9,30 hemos marchado hacia San Miguel de Allende por la sierra. Curvas y más curvas porque hemos querido parar un rato en Dolores Hidalgo, sí es una ciudad, no una persona en este caso. En el corredor de las cerámicas para comprar/mirar. Yo cuando viajo no soy muy de comprar, vaya, mejor dicho, casi nunca compro nada. Me he comprado un bol de cerámica azul preciosa que cuando coma en mi casa, me recordará estos maravillosos lares.
Primera parada en el Santuario de Atotonilco, un templo barroco del siglo XVII (en 1.748 se terminó la construcción de su planta principal), lo que más destaca en este templo son sus pinturas murales en el templo. El nombre de esta localidad significa «Lugar de agua caliente» ya que muy cerca del Santuario (a 1 kilometro), hay un manantial de aguas térmicas. En el templo hay mucha gente que va a flagelarse y a redimirse de sus pecados, incluso hay puestecillos de souvenirs, donde venden coronas de espinas y cuerdas para pegarse. Curiosas costumbres tiene la gente.
A 14kms de Atotonilco se encuentra mi destino final, San Miguel de Allende donde pasaré los próximos 4 días. Me ha recibido una tímida lluvia que ha alternado ratos con sol y ratos de diluvio universal. No me importa. Los colores dominantes de esta encantadora ciudad son los tonos rojizos, naranjas, ocres y amarillos. La mayoría de las casas de su centro histórico tienen este color.
Las callejuelas empedradas no están construidas para caminar vestida de señorita sino de turista con el calzado más cómodo posible. He recorrido a pie el centro histórico: la
Parroquia de San Miguel Arcángel que es la iglesia más representativa en la Plaza Principal.
He seguido con la
Casa de Allende, el
Teatro de Ángela Peralta, el Barrio del Chorro, el Museo del Juguete (sí, aquí también hay uno, es una colección privada de juguetes made in Mexico de varios años). La
Fábrica La Aurora antigualmente era una fábrica textil de mantas, y desde 1.998 alberga galerías de arte y un centro de diseño; vale la pena por su arquitectura y por sus inquilinos. He podido también disfrutar de una magnífica vista a la ciudad desde el mirador. Me ha encantado.
Comida rápida en
Los Milagros, un curioso restaurante de techo corredero, donde la gente regala cuadros en agradecimiento de cosas buenas/milagros que le hayan sucedido. Comida excelente, típicamente mexicana.
Finalmente he llegado a mi casa los próximos dos días
Casa Sierra Nevada, es un hotel
Orient Express y además es mi primera experiencia de esta colección de productos únicos (sí, también tienen trenes y cruceros de lujos y sus hoteles son todos diferentes en función donde están ubicados). En unas semanas también estaré en un Orient Express, esta vez en
Luang Prabang (Laos). El hotel tiene 37 habitaciones repartidas en 8 casas coloniales, algunas contiguas, otras a unos pasos. Otra de las casas alberga el Laja Spa, otra el restaurante Andanza y otra la escuela de cocina llamada Sazón. Me gusta. Concepto diferente y no lo había visto nunca.
Mi habitación tiene un patio al que se accede por el jardín común con piscina, una pequeña fuente y luego está mi suite. Es una suite donde la madera oscura, noble domina, tiene vigas de madera antigua en un techo alto. Una salita con chimenea y una cama
king señorial. El enorme baño dispone de un pequeño vestidor (poco iluminado) y un bañera enmarcada en un dosel, así como una ducha interna y otra externa. Espectacular.
En su restaurante he cenado tres platos con productos locales y con toques muy modernos y atrevidas combinaciones: de primero tabouleh de coco, camarones al ajillo y coulis de frambuesa. Seguido de un atún de aleta amarilla, crostra de pepita de calabaza y olivas negras con calamares salteados al ajo sobre lentejas a la antigua. Para coronar esta opípara cena mousse de melón con crema de menta y pétalos cristalizados.
Para ver mis fotos de Casa Sierra Nevada
linkar aquí.
Delicioso. Mañana más.