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Antes de volar a Mallorca, consulté con Vueling cuántas cajas de ensaimadas podía llevar de regreso. Las ensaimadas son el souvenir más típico y delicioso de la isla, y no es casualidad que se identifiquen tanto con Mallorca. Es común ver a los turistas en el aeropuerto con las emblemáticas cajas octogonales, llevándose un pedacito de la isla a casa.
De hecho, en cuanto publiqué en Instagram que volaba a Mallorca, recibí de inmediato peticiones de amigas para que les trajera ensaimadas, el bien más preciado y el souvenir más comprado de la isla. 
La ensaimada es junto al croissant mi desayuno favorito y mi capricho de la semana. Hecha de masa azucarada, fermentada y horneada, elaborada con harina de fuerza, agua, azúcar, huevos, masa madre y manteca de cerdo (en mallorquín saïm, de ahí el nombre). Puede ser con o sin relleno, las más habituales son las de chocolate, cabello de ángel y crema, aunque  en la isla se pueden encontrar rellenas de muchos otros productos como el albaricoque o la sobrasada.
Las primeras referencias escritas de la ensaimada de Mallorca son del siglo XVII, existen documentos en los que consta la elaboración de ensaimadas mallorquinas con motivo de fiestas y celebraciones. Cuando se habla de ensaimadas, inmediatamente se piensa en Mallorca.
Hice lo que he llamado ensaimada hunting, es decir, con una lista que me elaboraron mis amigos del hotel Kimpton Aysla Mallorca y mi amiga Rosabel, recorrí algunos hornos históricos para encontrar las mejores ensaimadas -y otros delicatessen mallorquines-. Deciros que podría haber escrito un artículo con las 8 tiendas que visité, pero sólo me quedo con 4, las mejores y artesanas.
Esta es mi selección y no un ranking:
Fornet de la Soca: abrieron en el año 2011 en el centro de Palma, y ocupando el histórico Forn del Teatre. Entrar en su tienda, os llenará de curiosidad por los objetos antiguos y cachivaches colgados en las paredes y por todo el despliegue de productos que querréis comprar para probarlos todos.
Tomeu Arbona y su esposa Ma José me estuvieron contando que rescataron los recetarios de sus padrinas -abuelas-, de antiguos conventos de monjas, y de libros antiguos, se autodefinen como arqueólogos gastronómicos locales y me parece un concepto muy adecuado para su filosofía: El Fornet de la Soca es un proyecto de recuperación de la memoria gustativa de la isla y también una alabanza a la cultura mallorquina en todas sus versiones.

Uno de sus objetivos es luchar contra la soberanía alimentaria de los territorios, como ellos mismos describen, intentar utilizar sólo los recursos del lugar donde viven, abastecerse de todo lo que les rodea. Son firmes en su compromiso de trabajar con pequeños productores, payeses, granjeros y pequeños artesanos locales. Se guían bajo las directrices del movimiento Slow Food.

Todos sus productos son espectaculares y tendréis que ir varias veces. No hay espacio para tomar algo, sólo la tienda. Inolvidable su ensaimada de crema por encima, 5€.
Forn Fondo: data de 1742, año en el que inició su andadura en el pequeño callejón de capuchinas. Se tenía que bajar unos cuantos escalones y el horno se encontraba al fondo del local y de ahí su nombre.
En 1911 adoptó su façhada Belle Époque con una bella decoración modernista.
Siempre ha estado en manos de la família Llull, cuya cuarta generación Pau y su hermana Neus Llull Riera se ocupan actualmente del negocio que abrieron sus bisabuelos Jaime Llull Gelabert y Francisca Cañellas Pons.
A parte de pastelería algo más creativa, elaboran todos los productos tradicionales de la isla. Llegan a hacer hasta 20 tipos diferentes de ensaimadas que reflejan tradiciones y se adaptan al producto fresco de temporada (a ensaimada de tallades, que se hace con sobrasada y calabaza, luego cuando es tiempo, la de albaricoques, en verano con higos y para Navidad la de turrón).
Hay espacio para sentarse y tomar algo.
Ca’n Joan de s’Aigo: en el siglo XVIII, Joan de S’Aigo recolectaba nieve en la Sierra de Tramuntana para almacenarla en casas de nieve, produciendo así los famosos «panes de nieve». Ahí empezó todo.
Fue fundada en el año 1700 y es parte de las tradiciones de la isla, ir a desayunar o merendar chocolate caliente con ensaimada, o también con helado encima.
Tienen tres tiendas, y yo visité la más grande, que es preciosa para tomar algo:
Pastelería Pomar: su pastelería principal está en Campos desde 1902. Me dicen que son las mejores ensaimadas de la isla. De la panadería de Can Pomaret de antaño, a las pastelerías Pomar actuales, hay más de 115 años, de tradición, de pasión por el trabajo, de visión de futuro, de innovación de ganas de enseñar, y de traspasar conocimiento.

En Palma tienen una pastelería con cafetería muy bonita y perfecta para un alto en el camino.
Otras: Forn La Mallorquina cerca de la estación intermodal o Forn de la Glòria (sin redes sociales).
Y en Santa Ponsa la mejor ensaimada la encontráis en Panadería Pastelería Maysa.
En el aeropuerto encontraréis las de marca blanca en todas las tiendas y las de Horno Santo Cristo, que no son artesanales pero tampoco están del todo mal.
En este link podéis leer mi experiencia completa en el Kimpton Aysla Mallorca
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